Si hay que creer a algunos analistas, la elección de Luiz Inácio Lula da Silva lo convierte en el interlocutor automático, por parte de América Latina, del presidente estadounidense Joe Biden.
Después de todo, Lula da Silva es el hombre milagroso. Su victoria de este domingo no solo salva a Brasil de la dictadura de la derecha y consolida los triunfos de la izquierda latinoamericana, sino que lo convierte en su vocero frente a las potencias, ya sea Estados Unidos, China o Rusia.
Es Lula, el líder que la izquierda latinoamericana estaba esperando, como dijo en su momento el presidente argentino, Alberto Fernández.
Pero… ojalá fuera cierto.
Sin pretender negar méritos a Lula da Silva, y mucho menos desconocer una biografía de lucha, gran parte de su problema será cumplir con las expectativas que despertó en su propio país, menos por los compromisos que ha asumido que por el entusiasmo de aquellos. que apoyan, sobre todo desde lejos.
La realidad de Brasil aconseja prudencia y Lula da Silva, curtido en décadas de luchas sindicales y nacionales, se ha mostrado tranquilo y mucho más cauteloso que sus presuntos correligionarios regionales.
El ahora presidente electo de Brasil se enfrentará a un Congreso hostil, liderado por partidarios del derrotado Jair Bolsonaro, quien se erige como líder del 49,1 por ciento de los brasileños y por lo tanto es cabeza de una fuerte oposición.
Peor aún, hay predicciones pesimistas sobre la economía y, independientemente del rol público que asuma Bolsonaro, el trabajo de Lula da Silva será en gran medida reparar el daño causado y el deterioro de las instituciones nacionales, particularmente en lo que respecta a la protección de la Amazonía y el medio ambiente. el medio ambiente en general, la educación y la investigación, así como los derechos de las mujeres, los grupos indígenas y los afrobrasileños.
Algunos expertos, como Peter Hakim, presidente emérito del Grupo de Diálogo Interamericano en Washington, creen que el trabajo principal de Lula será restaurar la confianza de los brasileños en el gobierno de su país, incluso entre sus propios votantes, y moderar la polarización extrema de la nación, además de reconstruir la reputación de Brasil como un socio serio, competente y confiable en América Latina y en el mundo.
Y eso no va a ser un trabajo fácil.
De entrada, su gobierno comenzará con un país polarizado, donde cuenta con el rechazo de casi la mitad de los votantes, que no es poco. Acercarlos será una gran tarea, pero tendrá que intentarlo.
Pero hay muchos que esperan milagros. Los brasileños quizás menos que los de afuera parecen querer que Lula da Silva se encargue de convertir a la izquierda regional en un verdadero y homogéneo bloque.
El trabajo de Lula es solucionar los problemas de Brasil, además de que ya en sus primeros mandatos, hace poco más de una década, demostró que como tal comparte visiones de su país como potencia hegemónica regional. Como brasileño tiene razón. El problema es de los demás.
POR JOSÉ CARREÑO FIGUERAS
JOSE.CARRENO@ELHERALDODEMEXICO.COM
@CARRENOJOSE1
MBL
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