En los últimos años hemos podido comprobar que los agresores se encuentran en cualquier lugar, anteriormente la premisa señala que los agresores tenían un estereotipo físico, psíquico, social y económico; y creo que ahora podemos reconocer que eso era totalmente falso.
Un agresor puede estar en cualquier espacio y adoptar cualquier figura, ya sea familiar, compañero de trabajo, amigo, esposo, así como un completo extraño; las mujeres han sido vulneradas en prácticamente todos los espacios en los que nos desenvolvemos y que las líneas borrosas siempre alimentan los abusos de poder y los silencios.
La violencia se ha normalizado, es un componente muy estigmatizado pero también ha formado una especie de culpa, durante décadas sentimos que era culpa nuestra vestir, ir, hablar o responder a determinadas circunstancias, porque la vida cotidiana nos enseñó esa culpa de una agresión contra nosotros fuimos nosotros mismos.
Los «secretos» se refieren a este tipo de práctica conocida por un número limitado de personas, cuando le agregamos el componente «abierto», precisamente anula el significado principal del secreto, es decir, podría definirse como una práctica que debe ser limitada pero en realidad es de dominio público, este tipo de secretos se encuentran en todos los espacios, desde los perfiles y círculos más exclusivos hasta los núcleos de nuestras familias.
Analizando específicamente los secretos a voces en el ámbito de la agresión a una mujer, es común escuchar después de un yo también múltiple o de una sola denuncia, los comentarios: “Yo sí le creo porque había oído que él hizo eso”, “Yo no No me sorprende, en algún momento iba a salir”, “eso se sabe desde el 2001, escribí sobre eso”, y luego viene la pregunta obvia: ¿Si sabían por qué nadie hablaba? Lo único que provocan estos secretos es mayor miedo a denunciar a las víctimas, pero también empodera a los agresores, sintiéndose intocables o incluso que su conducta está permitida, porque la propia sociedad no se alarma.
6 de cada 10 mujeres en este país han sufrido violencia, el 98.6% de los delitos sexuales en México no son denunciados, tenemos los índices más altos de impunidad y corrupción pero el peso sigue siendo de la propia víctima. Yo creo que la violencia es tan estructural que necesita demasiados componentes para que siga vigente y uno de los más grandes es el silencio y no precisamente de las víctimas sino de todos.
En el momento en que comprendamos nuestra responsabilidad en el problema trascendental que es la violencia, eliminaremos la revictimización y nos daremos cuenta de que la denuncia es solo una parte del todo, también hay secretos a voces, redes de apoyo, justicia y reparación integral, porque al final son todos parte de ella.
Rechacemos los secretos a voces, condenemos y rompamos la cadena de sufrimiento que conlleva una práctica repetitiva contra algunas, decenas o cientos de mujeres.
POR DIANA MURRIETA
PRESIDENTE Y FUNDADOR DE NOSOTROS POR ELLOS, AC
DIANA.MURRIETA@NOSOTRASPARAELLAS.ORG
@DIANAMURRIETAM
CAMARADA
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