Han pasado 28 años desde aquel maravilloso 1995, año en el que la Los Springboks, el equipo de rugby de Sudáfrica, se abrieron al mundo y mostraron sus poderes.
Contra todo pronóstico, los sudafricanos se superaron para ganar el título mundial, se convirtieron en profetas en su tierra, lo hicieron en presencia de Nelson Mandela, en los tiempos del post-apartheid, un magnífico fertilizante para los literatos (John Carlin: El factor humano) y cineastas (Clint Eastwood: Invictus).
Desde entonces, Sudáfrica siempre ha estado ahí, a la vanguardia del rugby, con otras dos semifinales y otros dos títulos, el último hace cuatro años.
Y todo eso es leyenda, la leyenda sudafricana.
Anoche Francia buscaba la suya, su leyenda: Los azules Nunca han ganado un Mundial.
Tampoco ganarán éste, el que se celebró en su tierra.
(…)
Estamos en los cuartos de final del Mundial de París y ochenta mil gargantas aparecen en el Estadio de Francia. Se pintan la tricolor en la cara. ellos cantan la marsellesa. Su intención es sorprender a los sudafricanos y trazar su propia historia única. Sed, como ellos, profetas en su tierra.
‘Invictus’
Desde 1995, que inspiró a John Carlin y Clint Eastwood, Sudáfrica siempre ha estado ahí.
El partido es una especie de final temprano, y los franceses juegan con el cuerpo y el alma, empiezan rápido, verticalmente, nada intimidados por el aura del rival, y a los tres minutos ya suman un try (Cyril Baille) y la posterior conversión de Tomás Ramos: 7-0.
El juego se convierte en un corredor callejero. Los sudafricanos cuentan con el orden generado por Mannie Libbok, el ágil apertura que ha llegado para sustituir al veterano Duane Vermeulen (37), y la velocidad de Kurt-Lee Arendsee y Chestlin Kolbe, dos balas que firman dos tries. Ante la sutileza sudafricana, los franceses responden con más volumen. Cyril Baille marca otro try y los locales se van al descanso con una ventaja de 22-19, parcial que preocupa a los campeones del mundo.
El Stade de France se frota las manos y los más veteranos sueñan con la revancha de aquella semifinal de Durban, el 19-15 que los sudafricanos habían infligido a los franceses en la semifinal de 1995, bajo una tormenta, en los días que inspiró a Carlin y Eastwood.
La pasión se desborda en París cuando Thomas Ramos convierte otro penalti y pone el marcador 25-19, pero ahí es donde Sudáfrica se transforma.
Faf de Klerk entra en escena.
Es pequeño y tiene el pelo largo y rubio, no parece un jugador de rugby en absoluto y, sin embargo, juega como un ángel.
De Klerk ordena, espera y distribuye, y el gacelas carburador Toman la forma de un campeón del mundo.
Quedan 37 minutos de partido y los franceses se desmontan. Eden Etzebeth, 2,03m y 117 kilos, rompe la defensa azul y marca un try, Pollard convierte (25-26) y los Springboks lucen sus galones. Se adueñan de los tempos, aplauden las payasadas del veloz Kolbe y el acierto de Pollard entre los tres palos. Cuando el árbitro pita el final, Francia maldice su destino.
¡Cómo sufren los franceses cuando juegan en casa, ya sea rugby, tenis o ciclismo!
Inglaterra sufre para vencer a Fiji (30-24)
Inglaterra, subcampeona del mundo, se contagió del juego de Fiyi, tan vehemente como impredecible, vio escaparse una ventaja de catorce puntos (24-10) y acabó teniendo muchos problemas antes de conseguir el puesto en semifinales. -final ayer en Marsella. (30-24).
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