«Vender e irse.» La icónica frase bursátil que sería “vender en mayo y marcharse” vuelve a escena en esta época del año. La idea divide el ejercicio en dos: de noviembre a abril, cuando sería necesario invertir, y de mayo a octubre, época de dudas y retraimiento.
Tiene razón, según los datos. Un análisis de la plataforma de inversión eToro indica que en los 15 mayores índices bursátiles del mundo se han visto dos etapas claramente diferenciadas en los últimos 50 años. De noviembre a abril la rentabilidad media mensual es del 1,2%, sin meses negativos. De mayo a octubre cae al 0,1%, con tres meses negativos de media. “En el primer trimestre suelen haber perspectivas empresariales positivas para todo el año, lo que impulsa los precios. Muchos inversores también están reposicionando sus carteras. Los meses de verano no tienen estas influencias positivas, con volúmenes de negociación generalmente más bajos”, argumenta Ben Laidler, estratega de mercado de eToro.
De media, en el periodo de mayo a octubre se acumulan tres meses negativos: en el Ibex 35 la tendencia es muy marcada
En el Ibex 35 la tendencia es muy marcada. A partir de mayo, la rentabilidad es negativa (-0,13%), para el +1,14% en el otro tramo noviembre-abril, según el mismo análisis. Lo mismo ocurre en Milán, París, Londres o Tokio. No siempre hay un semestre bueno y otro malo: las bolsas americana, alemana, australiana o suiza dan rentabilidad en ambos semestres, pero es cierto que son menores a partir de mayo.
Si miramos la evolución del S&P 500, principal índice estadounidense, desde 1928, invirtiendo en este índice sólo desde noviembre hasta finales de abril de cada año se conseguiría una rentabilidad anualizada del 4,4%, que sería del 1,34% si se hicieron recién en el otro semestre, detalla Borja Fernández de Vega, asesor patrimonial de Portocolom AV.
Así, un inversor que empezó con 1.000 dólares en 1928 y sólo invirtió en el mejor período de cada año tendría hoy 59.259 dólares. Si se optara por el otro tramo, serían 3.583, calcula la agencia de valores. No es que el mercado vaya a hundirse a partir de mayo, sino que estadísticamente ofrecerá menores rentabilidades. “En 64 de 95 años, ha tenido mejores resultados desde noviembre hasta finales de abril que desde mayo hasta finales de octubre”, explica.
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Hay un punto a tener en cuenta en mercados donde hay rentabilidad positiva en ambos semestres. “Comprar y mantener, una de las principales máximas de los gurús financieros, dice que debemos pensar a largo plazo, estar convencidos de nuestra estrategia. En índices como el S&P 500 es cierto, las rentabilidades son mayores porque no están fuera”, compara Fernández. Es decir, si uno no toca la inversión, gana más. Volviendo al ejemplo de los 1.000 dólares invertidos en 1928, si no se movieran hoy serían más de 200.000 gracias a la capitalización compuesta, explica.
Si lo mejor puede ser aguantar, ¿qué sentido tiene vender en mayo? En determinados mercados está claro que vale la pena, y además es una referencia para quienes necesitan hacerlo y no saben cuándo. “Si en el corto plazo vas a necesitar liquidez, puede que sea el momento. Si esperas más, empieza un periodo peor, con menor rentabilidad”, afirma Fernández. Puede ser interesante, por ejemplo, salir del mercado para cubrir la factura de impuestos con la declaración de la Renta.
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Si no miras los semestres, siempre vale la pena quedarse a muy largo plazo.
Respecto a las fechas, ¿deberíamos vender el 1, 10, 20 de mayo…? La verdad es que no hay un día fijo. “Es posible que la mala temporada haya comenzado a principios de este año. con el fenómeno vender en mayo es tan conocido, probado en el tiempo y globalizado que puede ser autocumplido si todos creen que está por llegar”, dice Laidler. Este año no se espera que cambie: los próximos seis meses el desempeño sería menor, pendiente de los resultados empresariales, los bancos centrales y la inflación. “Después de ver máximos en los dos últimos semestres, puede que sea cierto. Después de subidas de hasta el 20%, es difícil repetir otro 20%…”, cree Fernández.
El origen
La creencia sugiere que la frase nació en la Inglaterra del siglo XVIII, cuando se recomendaba a los inversores salir del mercado para disfrutar del verano. El salto a EE.UU. lo hizo popular, y su vigencia se ve en muchas latitudes. La mayor diferencia entre el retorno en mayo-octubre y noviembre-abril se da en Italia, Francia y Reino Unido.
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